Desesperanza significa que ya no tenemos el coraje de mantener nuestra fantasía de una pieza. Quizá sigamos deseando mantenerla, anhelamos tener un suelo fiable y cómodo bajo los pies, pero hemos intentado mil formas de ocultarnos y mil formas de atar los cabos sueltos, y el suelo bajo nuestros pies sigue moviéndose. Tratar de conseguir una seguridad duradera nos enseña muchas cosas, porque, si no lo intentamos, nunca nos daremos cuenta de que no se puede hacer. Orientar nuestra mente hacia el dharma acelera este proceso de descubrimiento. Cada vez volvemos a darnos cuenta de que no hay esperanza posible: no podemos ponernos ningún suelo bajo los pies.
La diferencia entre el teísmo y el ateísmo no es si uno cree o no cree en Dios, y es aplicable a todo el mundo. El teísmo es una profunda convicción de que hay una mano a la que agarrarse: si hacemos las cosas adecuadas, alguien nos apreciará y cuidará de nosotros. Implica pensar que siempre habrá una niñera disponible cuando la necesitemos, y así tendremos a abdicar de nuestras responsabilidades y a delegar nuestra autoridad en algo externo a nosotros.
El ateísmo es tomar plena conciencia de que no hay ninguna niñera con la que puedas contar, porque cuando consigues una buena niñera, al poco tiempo se va. Toda la vida es así. Esa es la verdad, y la verdad resulta incómoda.
Renuncia a la esperanza de que nuestra experiencia podría ser diferente y renuncia a la esperanza de que podríamos ser mejores. El verdadero objeto al que renunciamos es la tenaz esperanza de que se nos puede salvar de quienes somos. La renuncia es una enseñanza que nos inspira a investigar lo que nos está ocurriendo cada vez que nos aferramos a algo porque no podemos soportar enfrentar lo que viene hacia nosotros.
Abandona la esperanza...
Pema Chodron