LONGEVIDAD
Raúl
Brasca
No
son las parcas quienes cortan el hilo ni es la enfermedad ni la bala lo que
mata. Morimos cuando, por puro azar, cumplimos el acto preciso que nos marcó la
vida al nacer: derramamos tres lágrimas de nuestro ojo izquierdo mientras del
derecho brotan cinco, todo en exactamente cuarenta segundos; o tomamos con el
peine justo cien cabellos; o vemos brillar la hoja de acero dos segundos antes
de que se hunda en nuestra carne. Pocos son los signados con posibilidades muy
remotas. Matusalén murió después de parpadear ocho veces en perfecta sincronía
con tres de sus nietos.