Por la autoridad de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, y de la Inmaculada Virgen María, madre de nuestro Salvador, y de todas las virtudes celestiales, ángeles, arcángeles, tronos, dominios, potestades, querubines y serafines, y de todos los santos patriarcas, profetas, y de todos los apóstoles y evangelistas, y de los santos inocentes, quienes, a la vista del Cordero Celestial, son hallados dignos de entonar el canto de los santos mártires y confesores, y de las santas vírgenes, y de todos los santos reunidos, con los puros y elegidos de Dios,
Le excomulgamos, y anatematizamos, y le expulsamos de los umbrales de la Santa Iglesia de Dios Todopoderoso, para que sea atormentado, borrado de la faz de la Tierra, y entregado a la merced de Dathan y Abiram, y en compañía de aquellos que dicen al Señor nuestro Dios: Vete, no deseamos seguir tu camino. Y, así como el fuego es extinguido con el agua, así sea extinguida su luz eternamente, a menos que se arrepienta y dé cumplida satisfacción. Amen.
Que el Padre, creador del hombre, le maldiga.
Que el Hijo, quien sufrió por nosotros, le maldiga.
Que el Espíritu Santo, quien nos fue dado en el bautismo, le maldiga.
Que la Santa Cruz, desde la que, triunfando sobre sus enemigos, Cristo ascendió, le maldiga.
Que la santa y eterna Virgen María, madre de Dios, le maldiga.
Que San Miguel, abogado de las almas santas, le maldiga.
Que todos los ángeles y arcángeles, principados y potestades, y todos los ejércitos celestiales, le maldigan.
Que San Juan el Precursor, y San Juan el Bautista, y San Pedro y San Pablo, y San Andrés, y todos los demás apóstoles de Cristo, juntos le maldigan. Y que el resto de sus discípulos y los cuatro evangelistas, quienes por sus prédicas convirtieron al mundo entero, y la sagrada y milagrosa compañía de mártires y confesores, por sus pías obras hallados gratos a los ojos de Dios Todopoderoso, le maldigan.
Que el sagrado coro de vírgenes santas, quienes por honrar a Cristo han despreciado las cosas del mundo, le condenen.
Que todos los santos, por Dios amados desde el principio de los tiempos hasta la eternidad, le condenen.
Sea maldito doquiera que esté: sea en la casa o en los establos, en el jardín o en el campo, en el camino real o en el sendero, en el bosque o en las aguas, o en la iglesia.
Sea maldito en la vida, en la agonía y en la muerte.
Sea maldito mientras coma y beba, cuando tenga hambre, cuando tenga sed, cuando ayune, cuando duerma, mientras ande, esté quieto, sentado o tumbado, mientras descanse, cuando mee, ¡y cuando le practiquen sangrías!
¡Qué sea maldito en todas las facultades de su cuerpo!
¡Sea maldito en el interior y en el exterior!
Qué sea maldito en cada pelo de su cabeza. ¡Que sea maldito en su cerebro, sus sienes, su frente, sus orejas, sus cejas, sus mejillas, sus mandíbulas, sus fosas nasales, sus dientes y muelas, sus labios, su garganta, sus hombros, sus muñecas, sus brazos, sus manos y sus dedos!
¡Qué sea condenado en su boca, su pecho, su corazón y sus vísceras, hasta el mismo estómago!
Sea maldito en sus riñones, y en sus ingles, en sus muslos, en sus genitales, sus caderas, piernas y pies, ¡y en las uñas de los pies!
¡Qué sea maldito en todas las articulaciones de sus miembros, desde lo alto de su cabeza hasta la planta de sus pies! ¡Que en él no quede firmeza alguna!
¡Que el Hijo de Dios, con toda la gloria de su Majestad, le maldiga! Y que el Cielo, con todos los poderes que allí habitan, se levante contra él, le maldiga y le condene, a no ser que se arrepienta y preste justa satisfacción. Amen.