“Sacó, en efecto, una pistola de plástico de la
bolsa de su gabardina, se puso de pie y se llevó el cañón a la sien
derecha. después apretó el gatillo. El ruido del tiro, como era de
esperarse, no se produjo. No salió tampoco de la pistola una bala de
acero, o una bala de plata, o una bala, siquiera, de talco…
Volvió a apretar el gatillo.
Otro fracaso.
Lo intentó por tercera vez.
El mismo resultado.
En vista de las circunstancias, Molkas mostró el revólver a un público imaginario y dijo:
“Señoras y señores: este revólver está envenenado.”
Se llevó el cañón a la boca y sorbió con gran ruido el veneno: cayó redondo.”
—En Palinuro de México, de Fernando del Paso.