Hace ya varias vigilias que algo temo
y no es el miedo de la hora exacta,
sino de los minutos que preceden
envueltos en silencio
y en soledad tenaz.
Es inútil pedir un vaso de agua,
porque nadie responde
y porque nuestros pasos
apagando y encendiendo las luces,
bajan y suben por las escaleras
y no existe ni siquiera un fantasma
o un gato agazapado
que los asuste y se detengan.
Entonces
el espacio se toca
como cuatro paredes aplastantes,
como madera sorda,
como tierra reseca.
Y luego se reduce este espacio infinito,
en que el frío se concentra
como encerrado en una caja,
y en que la voz, el grito, la llamada,
se quedan congelados,
porque no hay nadie a quién decirle
ni siquiera: “Estoy triste”;
porque de pronto la tristeza
se vuelve una palabra tonta,
como si fuera un trapo
definitivamente inútil.
En verdad, tengo miedo esta noche
terriblemente silenciosa.
Y este cuarto tan grande…
Y tan breve mi lámpara…
Me imagino que afuera
las estrellas jugarán en su estadio luminoso.
¡Si pudiera atreverme
a descorrer cortinas y salir a la luz…!
Pero tal vez algo se oculta entre sus pliegues
y me sorprenda inerme y desolada.
¡Y si fuera esta noche…!
¡Y si no hubiera tiempo
de pronunciar los nombres más queridos…!
Claro que lo que estoy contando
es tan individual y tan absurdo,
y además, la verdad, a nadie importa.
Ya sé que uno debiera unirse
a la alegría y al dolor colectivos
y sentir que otras manos y otros pechos
nos acogen;
pero hoy estoy tan sola, tan amarga…
¡Y si fuera esta noche…!
Lo que me duele
es tirar por la borda
tanto sueño y amor acumulados,
que se quedaron como en una cueva,
buscando inútilmente una salida.
Ahora me pregunto:
¿cuál sería mi último deseo?
Sentir sobre mi piel marchita,
desmoronándose bajo la tierra,
una humedad copiosa y repentina,
como de tiernas aceitunas
llover sobre mi abismo.
¡Ah!, pero el llanto
no es manantial ni es ojo de agua.
Muy pronto se evapora
y el olvido inmediato lo proscribe.
Bueno, entonces no quiero nada.
Después de todo en la vida es lo mismo.
Es la noche profunda,
afuera, en el espacio abierto,
y aquí adentro,
en esta habitación del alma solitaria.
¡Es la noche profunda y desolada!