En el 2001, tres escuelas primarias de Morelia no gubernamentales (Instituto Antonio Plancarte, Colegio Novel e Instituto Pedagógico Piaget) tuvieron la loable idea de pedirles a sus alumnos que escribieran un cuento, los cuales serían publicados en un libro ese mismo año, bajo el título Cuéntame un Cuento, por una editorial local llamada Ediciones Atenas.
El libro contendrá al menos unos 700 cuentos breves. Salta a la vista que los textos no pasaron ni por la más mínima corrección ortográfica (¡hay maestros, maestros!); al menos el 90 % de los cuentos son relatos fallidos, sin ninguna gracia, de escenas familiares, reelaboraciones obvias de cuentos clásicos o de caricaturas (Hello Kitty, Winnie Pooh, Mickey Mouse). Sin embargo, en cerca del 10% de los cuentos la imaginación aflora auténtica, sorprendiendo, dando clases de cómo contar maravillas. Por ese 10% sobradamente vale la pena leer por entero el libro.
Este esfuerzo se ha repetido año con año desde ese 2001. Los libros siguientes tienen mejor cuidado ortográfico y mejor edición (Editorial Océano ahora los apoya). Pero queda claro que esos nuevos libros buscan más servir como estudio antropológico que como estímulo para la escritura, la lectura y la imaginación, pues ahora son temáticos. Y a 700 u 800 alumnos se les mutila la capacidad de ensoñarse con, por ejemplo, temas como el que malamente se eligió para el tercer tomo, el de 2003 “Historias de Familia”. Papás y maestros encantados de verse retratados en las líneas de sus amorosos hijos o alumnos, y pedagogos buscando patrones de conducta e intereses… Pero leer un libro donde todos los cuentos tienen el mismo título es aburridísimo y francamente triste.
Pero volvamos al primer tomo, aquel del 10% de cuentos sorprendentes, infantilmente siniestros, de razonamientos y sinapsis poderosas (por todo lo que cuentan y por todo lo que no cuentan, pues los musculosos cerebritos dan muchas cosas por entendidas en el situarse de sus mundos narrativo). No son cuentos perfectos, pero sí con una libertad narrativa que ya muchos estamos perdiendo, o que algunos ya la vendieron para darle gusto a jurados y editores.
Arbitrario como soy, elegí los tres cuentos que más me gustaron y hasta me atreví a darles lugares (pero faltan, ya luego postearé al menos unos 7 u 8 más). Les di un repasón de acentos, comas y dos-tres dedazos que se les fueron, pues no se trataba de estropear la esencia de los autores.
(Si alguien sabe de historias muy parecidas a éstas que trascribo, agradeceré que me digan cuales -y será noticia triste, pero ni modo-). Esta solicitud la hago con el antecedente que entre los cuentos había uno llamado “El Perro Guardián” que era un plagio letra por letra de una leyenda urbana que ronda por internet. Pero confió en que no todos los chamacos son deshonestos…)
Tercer Lugar:
EL HOMBRE AVARO
(Alejandro Torres Chávez, estudiante del salón 4 “A” de la Escuela Primaria “Instituto Pedagógico Piaget”, de Morelia Michoacán)
Era una vez un niño llamado Alejandro que tenía una litera, a él le gustaba dormir abajo, pero un día no podía porque del colchón de arriba caía un polvillo. Alejandro, que era muy intrépido, decidió investigar y… ¡Oh!, de un hoyo del colchón salió una delgadísima mano y un monstruo de aros y en eso el hombre avaro mató al niño.
Segundo Lugar:
LA SALIVA MÀGICA
(Alejandro Ayala Ruiz, estudiante del salón 2 “A” de la Escuela Primaria “Colegio Novel”, de Morelia Michoacán)
Había una vez un rey malo que vivía con su hija la princesa, la cual estaba enamorada de un apuesto joven, al que el rey no quería para su hija. La princesa y el joven planearon huir y visitaron a un mago para que les aconsejara como huir, y éste les dijo que en una taza pusieran saliva y cuando ella huyera el rey no lo iba a saber pues la saliva contestaría en su lugar.
Así lo hizo la princesa: huyo con su amado, dejo la taza con saliva y cuando el rey preguntaba, ¿Hija, estás ahí?, contestaba la saliva, Si papá, aquí estoy, y si, una y otra vez hasta que se acabó la saliva. Cuando el rey se dio cuenta se enfureció mucho, pero ya la princesa estaba lejos y feliz con su amado.
Primer Lugar:
LA RED Y EL FETO
(Angélica Georgina Rocha López, estudiante del salón 6 “B” de la Escuela Primaria “Instituto Antonio Plancarte”, de Morelia Michoacán)
Una mujer necesitaba dinero y acudió como voluntaria a un programa de investigación donde medían conectándose a unas computadoras las ondas cerebrales. Los requisitos que se necesitaban eran que no estuvieran embarazadas, pero ella no quiso decirlo para que la aceptaran. Los investigadores no notaron la doble onda que debía haberse visto por la presencia del bebé. Pasó el tiempo, el feto empezó a reaccionar y a hacerse dependiente de la computadora y le transmitió a su mamá la necesidad de conectarse, cuando los investigadores se dieron cuenta no le permitieron la entrada, pero el feto necesitaba la computadora como si fuera una droga y empezó a manejar la mente de su mamá. Cada noche ella entraba sin permiso, se conectaba a la computadora y el feto extraía información del internet. Y llegó un día en que él se programó para nacer: cuando nació era tan fuerte que pudo gatear hasta el laboratorio de física donde se encontraba la máquina que agrandaba y él la probó y se convirtió en un joven de 27 años en tan sólo 3 horas. Cuando iba caminando por los pasillos se encontró con una fila de maestros y personas que solicitaban empleo en esa escuela, así que él se formó, y logró que lo contrataran con mucha facilidad. Cuando entró a su primera clase había una muchacha que era muy inteligente y a él le llamó la atención, pero no se dio cuenta de que la máquina tenía un letrero que decía: “No conectarse por más de 3 horas”. Cada día envejecía porque todos los días se conectaba y por mucho tiempo. Pasaron los días, un hombre anciano paseaba por los pasillos de la escuela, nadie lo reconocía, él no hablaba mucho, sólo balbuceaba ¿Dónde estás mamá?