"Te enseñaré a rezar; ninguno de ellos sabe rezar. No rezamos con palabras, rezamos con las manos. Quien reza con palabras, pide. No debemos pedir. El Espíritu sabe lo que necesitamos. Cuando las palmas de las manos se juntan una con la otra, los aspectos derecho e izquierdo del hombre se cierran como una cadena. Así el cuerpo queda bien atado, y desde las puntas de los dedos vueltos hacia arriba se eleva libremente una llama. Ese es el secreto del rezo, del que nada se lee en libro alguno."
-Gustav Meyrink